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¿Es el café adictivo?

Juan García Ruiz
April 13th, 2020 · 9 min read ·
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Cuenta la leyenda que un pastor de la meseta etíope llamado Kaldi observó hace siglos que sus cabras, tras comer las bayas de cierto árbol, no conseguían dormir por la noche. Tras comunicarle su hallazgo al abad del monasterio local, éste último pudo constatar de primera mano un efecto similar. Esta leyenda constituye, según la sabiduría popular, uno de los primeros contactos del humano con el café (National Coffee Association, s. f.).

La llegada del café a tierras europeas hace quinientos años supuso un gran impulso para el conocimiento occidental (Medicurio, 2017). En aquella época la salubridad del agua dejaba mucho que desear, por lo que se priorizaban bebidas como el vino y la cerveza. El alcohol contenido en estas bebidas permitía acabar con parte de los gérmenes, reduciendo así la probabilidad de infección. Sin embargo, los conocidos efectos del alcohol también suponían una traba para la productividad de la población. De esta forma, Europa abrió sus puertas a la nueva bebida estimulante que permitiría potenciar el desarrollo tecnológico, incrementar la productividad y avivar las conversaciones filosóficas, artísticas y científicas en el seno de bares y cafés. A día de hoy, Europa consume un tercio del comercio mundial de café. Se estima que el consumo europeo de café es de un kilo por persona al año (Centre for the Promotion of Imports, 2019).

El poder estimulante del café

Para entender el mecanismo estimulante del café es importante entender cómo funciona nuestro organismo cuando no consumimos cafeína. Una de las moléculas más importantes para la actividad celular es el ATP (adenosin trifosfato). Merece la pena recordar esta molécula, puesto que su importancia para la célula es vital y está implicado en la mayoría de los procesos metabólicos que las células utilizan para obtener energía. Uno de los productos del metabolismo del ATP es la adenosina. Las neuronas consumen ATP mientras estamos despiertos para suministrar al cerebro la energía necesaria para funcionar. De esta forma, la adenosina se va acumulando en las neuronas a lo largo del día como resultado del consumo energético. Esta es precisamente la forma que el cerebro tiene de comunicarnos que “estamos cansados” y que “hay que dormir”: la adenosina que va siendo acumulada en las neuronas sale de las mismas y se fija en unos receptores situados en la superficie de las células. La fijación de la adenosina sobre sus receptores desencadena dos tipos de mensajes celulares que van en el mismo sentido: hay que disminuir la actividad de las neuronas estimuladoras, por una parte, y hay que aumentar la actividad de las neuronas que adormecen. En efecto, las neuronas asociadas a los estados de vigilia poseen receptores A1 (A de adenosina, y 1 para diferenciarlos de los A2) y son desactivadas cuando la adenosina se fija sobre los mismos; mientras que las neuronas cuya actividad se relaciona a la sensación de cansancio poseen receptores A2, y son activadas cuando la adenosina se fija sobre los mismos.

En pocas palabras, cuando las neuronas consumen energía producen adenosina, y esta molécula se encarga de informar al organismo de la energía que ha sido consumida, sugiriéndole a través de los receptores A1 y A2 que hay que descansar. Durante el sueño, la concentración de adenosina va disminuyendo progresivamente (AsapSCIENCE, 2014), preparando al organismo para afrontar un nuevo día de consumo energético empezando de cero.

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Figura 1. Representación esquemática de la señalización celular de la adenosina en el cerebro.

El componente estimulante del café proviene de una molécula llamada cafeína, contenida igualmente en el té, en ciertas bebidas energéticas, y en alimentos como el cacao. La cafeína comienza a hacer efecto media hora tras su ingestión (SciShow, 2012), y su vida media es de cinco horas (Committee on Military Nutrition Research, 2001). En otras palabras, después de cinco horas tras haber bebido un café, la concentración de cafeína en el organismo se habrá reducido a la mitad puesto que la otra mitad habrá sido metabolizada y eliminada. No obstante, según el Committee on Military Nutrition Research (2001) existen importantes diferencias individuales en el tiempo de metabolización de la cafeína, variando entre 1 a 9 horas en función de diversos factores (algunos de ellos innatos, y otros relacionados con el estado fisiológico de la persona o sus hábitos). El café entra en el organismo y recorre el tubo digestivo desde la boca hasta el intestino, lugar donde la cafeína es absorbida por el sistema circulatorio. La cafeína contenida en la sangre es transportada hasta el cerebro, y gracias a sus propiedades hidrófobas es capaz de atravesar la frontera que separa el sistema circulatorio del sistema nervioso, conocida como la barrera hematoencefálica. La barrera hematoencefálica es un poderoso filtro que protege el sistema nervioso de potenciales peligros provenientes del exterior dejando pasar determinadas moléculas de forma selectiva.

La cafeína posee una estructura similar a la adenosina (Figura 2). Como consecuencia de la proximidad estructural, la cafeína puede asociarse a los receptores de la adenosina (Hilliard, 2019), entrando en competición con esta última.

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Figura 2. Estructura química de la cafeína y de la adenosina. Es posible encontrar el mismo grupo químico purina en ambas moléculas.

La cafeína es un antagonista molecular de la adenosina. Es decir, la cafeína se asocia a los receptores A1 y A2 impide la unión de la adenosina y por consiguiente sus efectos (cese de la activación y comienzo del cansancio). En efecto, la estructura de la cafeína le permite hacerse pasar por la adenosina y ocupar su lugar gracias a sus similitudes, pero sus diferencias hacen que la cafeína no ejerza el mismo efecto que la adenosina, por lo que tan solo bloquea el efecto de esta última.

La fijación de la cafeína sobre los receptores A1 impide la inhibición de la neuronas que mantienen la vigilia (e impedir una inhibición puede ser entendido como una activación). Asimismo, la fijación de la cafeína sobre los receptores A2 impide la activación de las neuronas cuya actividad se asocia a la sensación de cansancio. Esto explica que, como resultado global, la cafeína nos mantenga despiertos.

Por otra parte, el bloqueo de los receptores de la adenosina por la cafeína activa otras vías de señalización. Por ejemplo, la liberación de dopamina (estimulante cerebral) es más efectiva en presencia de cafeína. Asimismo, el exceso de adenosina no asociada a su receptor es interpretado por el organismo como un estado de activación, estimulando así la liberación de adrenalina (otro estimulante) por la glándula suprarrenal (Hilliard, 2019).

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Figura 3. Representación esquemática del recorrido de la cafeína desde su ingestión hasta la penetración en el tejido nervioso y de la señalización celular de la adenosina en presencia de cafeína.

¿Cuánta cafeína consumo?

Ahora que has comprendido cómo funciona la cafeína, quizá te preguntes acerca de la cantidad de cafeína contenida en tus bebidas preferidas y acerca de las dosis recomendadas. En primer lugar, te tranquilizará saber que la dosis letal de la cafeína es de 150 mg por cada kilogramo de peso corporal (AsapSCIENCE, 2014), una dosis prácticamente imposible de alcanzar: para una persona de 70 kg de peso, sería necesario consumir unas 80 tazas de café en menos de cinco horas.

No obstante, los expertos recomiendan no sobrepasar los 400 mg de cafeína al día (Coffee & Health, 2019). La Figura 4 ilustra la cantidad de cafeína contenida en algunas de las bebidas más ricas en esta sustancia. Según estos datos, por ejemplo, es importante mantener el consumo de café filtrado por debajo de 4 tazas. La cantidad exacta de cafeína puede variar ligeramente según el establecimiento donde se consume o el tipo de café.

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Figura 4. Contenido en cafeína de diferentes bebidas. Imagen creada por Juan García Ruiz (datos de MayoClinic, 2018).

Las bebidas gaseosas como la cola también contienen cafeína: una lata de 355 mL contiene 34 mg (casi como un vaso de té). Otras bebidas como el refresco de naranja o limón no contienen cafeína, pero es importante tener en cuenta que todas estas bebidas tienen un alto contenido en azúcar: 37 g en una lata de cola y 33 g en una lata de refresco de naranja (Alianza Salud, 2016). En cuanto al chocolate, su contenido en cafeína es de aproximadamente 43 mg por cada 100 gramos (Food Data Central, 2008), o 1,72 mg de cafeína por cada onza (considerando una onza de 4 gramos).

Por último, aquellos amantes empedernidos del café que decidan pasarse al descafeinado a partir de la cuarta taza de café deben saber que su consumo de cafeína no será nulo: un café se considera descafeinado cuando se ha eliminado la cafeína de los granos en al menos un 97% (Goodson, 2018). Por lo tanto, una taza de 237 mL de café (130 mg de cafeína) puede contener hasta 3,9 mg de cafeína en su estado descafeinado.

¿Es el café adictivo?

Según la literatura científica, la cafeína puede generar adicción leve (AsapSCIENCE, 2014; WebMD, 2008), sin embargo no está clasificada entre la lista de sustancias adictivas en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V).

¿Por qué la cafeína puede generar adicción leve?

En primer lugar, la cafeína genera tolerancia (Hilliard, 2019), es decir que su consumo regular acaba por aumentar la dosis necesaria para lograr los mismos efectos estimulantes del sistema nervioso (mejora del estado de ánimo y de la concentración, e incremento del metabolismo). La tolerancia aparece como consecuencia de la adaptación del cerebro al consumo regular de cafeína: al estar los receptores A1 y A2 ocupados por la cafeína, las neuronas tienden a producir más receptores para echarle una mano a la adenosina libre que no ha conseguido unirse a los mismos. La consecuencia de este mayor número de receptores A1 y A2 es que se necesita más cafeína para cubrirlos todos, por lo que la dosis necesaria para desencadenar los efectos estimulantes es más importante (Hilliard, 2019). Afortunadamente, este fenómeno es reversible: si el consumo de cafeína se reduce o detiene por completo, en unos días el número de receptores disminuye paralelamente (Medicurio, 2017).

En segundo lugar, una interrupción brusca del consumo de cafeína puede dar lugar a signos como dolor de cabeza, fatiga, ansiedad, irritabilidad y dificultad para concentrarse (WebMD, 2008). En este sentido, en caso de consumo exagerado de cafeína, los expertos recomiendan una reducción gradual en lugar de una parada drástica (Hilliard, 2019).

Por último, algunos autores hablan de adicción comportamental, que no estaría causada por la cafeína en sí, sino por el entorno social en el que el café (u otra sustancia) es consumido. De esta forma, las sensaciones positivas atribuidas al ambiente en el que se ha consumido la cafeína contribuirían a la repetición del comportamiento en el futuro (Petre, 2017).

¿Por qué los expertos no consideran la cafeína como sustancia adictiva?

La razón principal que deja a la cafeína fuera de lista de sustancias adictivas es el hecho de que no altera el sistema de recompensa cerebral (Hilliard, 2019). El sistema de recompensa, conocido como ruta mesolímbica, es una vía cerebral que controla la motivación. Cuando experimentamos una sensación placentera al llevar a cabo una acción (por ejemplo, al comer chocolate), las neuronas del área tegmental ventral (perteneciente al sistema de recompensa) liberan dopamina en el núcleo accumbens o en la corteza cerebral, dando lugar a una sensación agradable que nos conduce a repetir la acción en el futuro. La perturbación de este sistema de recompensa está asociada a la aparición de las adicciones, pero la señalización dopaminérgica derivada de la presencia de cafeína no es suficiente para alterarlo (Hilliard, 2019).

En comparación con drogas como la cocaína, la cafeína no genera tanta dependencia (Fisone, Borgkvist, & Usiello, 2004). Además, la cafeína no supone una amenaza para la salud física, social o económica como es el caso de las drogas de abuso (WebMD, 2008). Por otra parte, los signos de abstinencia mencionados previamente (dolor de cabeza, fatiga, ansiedad, entre otros) tan solo duran entre siete y doce días tras interrumpir el consumo de cafeína (Hilliard, 2019).

La pregunta que hay que hacerse

Los expertos no consideran que la cafeína sea adictiva, pero es posible hablar de adicción leve. El problema parece radicar en la definición de adicción. Quizá, la pregunta más pertinente no sea si la cafeína es o no adictiva, sino si a nivel personal existe un problema con el consumo de cafeína. En este sentido, el DSM-V recoge una lista de criterios que pueden caracterizar un consumo problemático (deben darse al menos tres de los citados):

  • Consumo de cafeína a pesar de la existencia de problemas (sociales, físicos, psicológicos) derivados del mismo.
  • Pérdida de control sobre el consumo de cafeína.
  • Síntomas de abstinencia (dolor de cabeza, ansiedad, irritabilidad, problemas de concentración…).
  • Consumo de cafeína en mayores cantidades o más frecuentemente de lo previsto.
  • Problemas para realizar tareas de carácter básico (estudios, trabajo) debidos a o empeorados por el consumo de cafeína.
  • Tolerancia (necesidad de dosis cada vez mayores para lograr el mismo efecto).
  • Tiempo diario invertido en el consumo de cafeína o su obtención considerablemente elevado.
  • Deseo exagerado por el consumo de cafeína.

Mensaje para llevarse a casa

La cafeína es una molécula antagonista de la adenosina, que estimula el sistema nervioso inhibiendo la sensación de fatiga y aumentando el nivel de alerta y la atención. Su consumo no es peligroso siempre y cuando sea moderado (no más de cuatro tazas de café al día), y su poder adictivo es limitado. El consumo de cafeína genera tolerancia de forma reversible, y su interrupción da lugar a signos de abstinencia de duración limitada.

Alianza Salud. (2016). Cantidad de azúcar en los refrescos más comunes. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

AsapSCIENCE. (2014). Your Brain On Coffee. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

Centre for the Promotion of Imports. (2019). What is the demand for coffee on the European market? Recuperado 12 de abril de 2020. Fuente

Coffee & Health. (2019). Guidelines on caffeine intake. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

Committee on Military Nutrition Research. (2001). Caffeine for the Sustainment of Mental Task Performance. Washington (DC), Estados Unidos: National Academies Press (US). Fuente

Fisone, G., Borgkvist, A., & Usiello, A. (2004). Caffeine as a psychomotor stimulant: mechanism of action. Cellular and Molecular Life Sciences (CMLS)61(7-8), 857-872. Fuente

Food Data Central. (2008). FoodData Central. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

Goodson, A. (2018). How Much Caffeine Is in Decaf Coffee? Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

Hilliard, J. (2019). Caffeine Addiction and Abuse - Addiction Center. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

MayoClinic. (2018). Contenido de cafeína del café, el té, las gaseosas y más. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

Medicurio. (2017). Caffeine and adenosine receptors. Recuperado 12 de abril de 2020. Fuente

National Coffee Association. (s. f.). The History of Coffee. Recuperado 12 de abril de 2020. Fuente

Petre, A. (2017). Are Coffee and Caffeine Addictive? A Critical Look. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

SciShow. (2012). Caffeine! Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

WebMD. (2008). Caffeine Myths and Facts. Recuperado 13 de abril de 2020. Fuente

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