Existe un gran cliché que dice que todos somos iguales. Y otro que dice que cada persona es un mundo. Pero ¿qué dice la biología al respecto? Si tomamos como ejemplo el genoma, que es el conjunto de ADN en todo nuestro organismo, podemos entender un poco mejor estas afirmaciones. Si comparas el genoma de dos individuos de nuestra especie, encontrarás que son idénticos en un 99,6%, y diferentes en el 0,4% restante. Con estas cifras, no resulta disparatado decir que todos somos iguales. Pero ¿qué hay del 0,4%? Este porcentaje deja de ser insignificante a la escala de 3.000.000.000 nucleótidos y más de dos decenas de miles de genes. Esta variabilidad genética – junto con muchos otros factores como el estilo de vida, el contexto social, y la dieta – es lo que nos hace únicos.
Y todo esto, ¿tiene alguna repercusión en nuestra vida? ¿En qué se manifiestan estas similitudes y estas diferencias genéticas? Lo cierto es que muchas de las variaciones genómicas no tienen ningún efecto conocido sobre el funcionamiento del genoma. Sin embargo, un pequeño subconjunto de estas variaciones es suficiente para dar lugar a algunas de nuestras diferencias. Desde las más perceptibles, como el color de nuestros ojos, hasta las menos evidentes como nuestra cognición.
Por supuesto, hay que evitar el reduccionismo. Los genes no lo son todo. De hecho, algunos estudios apuntan a que la influencia de los genes en nuestra cognición es más importante cuanto mayor es el estatus socioeconómico. Cada vez está más claro que la comprensión de la biología no debería implicar la toma de un bando en la guerra sin sentido de lo hereditario versus lo adquirido. Aceptemos la realidad como lo que es: algo extremadamente complejo. Al fin y al cabo, l mensaje final es el mismo: somos lo que pensamos, y nuestra forma de pensar es lo que nos une como seres humanos. Pero también lo que nos separa. La cognición es denominador común y línea divisoria.
Me gustaría contarte mucho más sobre el desarrollo de nuestra cognición. Pero resulta que, al contrario que Silvia Bunge, no estoy especializado en funciones cognitivas de alto nivel. Ni dedico mi vida a entender como las experiencias educativas y nuestro entorno familiar pueden modular nuestra cognición. Pero por suerte, he tenido el placer de entrevistarla. ¿Quién es Silvia Bunge? Esta reputada investigadora nació en Montreal, Canadá. Se licenció en biología en la Universidad de Yale. Más tarde, su investigación de posgrado en neurociencia cognitiva en Stanford. Después, hizo un posdoctorado en el MIT y ocupó su primer puesto académico en el departamento de psicología en la Universidad de California, Davis. Actualmente, tiene una posición en el departamento de psicología y neurociencia en la Universidad de California, Berkeley. Dirige un laboratorio de cognición donde investiga funciones cognitivas de alto nivel, como el razonamiento y la memoria.
Juan García Ruiz: ¿Qué viene primero, el cerebro o la cognición?
Silvia Bunge: Mi padre era filósofo de la ciencia y escribió sobre el problema mente-cuerpo. Escribió sobre cómo el cerebro sostiene la cognición, y la verdad es que comparto bastante su opinión. Él era monista: pensaba que el cerebro respalda la cognición, y no hay nada más. Pero en su concepción, consideraba la existencia de diferentes niveles de complejidad. No se puede reducir la cognición a interacciones moleculares, sino que a partir de esas interacciones moleculares surgen sistemas más complejos a nivel celular. Luego a nivel del sistema. Y finalmente está el último nivel de complejidad, que es la cognición. De la misma manera en que el intestino produce la digestión, el cerebro produce la cognición.
JGR: Si no tuviera acceso a la educación en absoluto, ¿cómo sería diferente mi cerebro?
SB: Ha habido muy poca investigación en poblaciones poco usuales. Por usuales me refiero a occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas. La mayoría de la investigación se basa en la población de países cuya población comparte estas características. Pero lo que sabemos, de forma global, es que las mismas funciones conductuales y cognitivas tienden a aparecer durante el desarrollo en la mayoría de los casos. La numeración es un buen ejemplo de eso. Todos los niños adquieren la cognición de los sistemas numéricos de la misma manera, independientemente de sus conocimientos numéricos formales. Por ejemplo, en una sociedad donde la gente ni siquiera habla de números, aún se puede observar la comprensión de conceptos numéricos. La única diferencia es que quizá se desarrolla en un marco temporal diferente. Lo mismo ocurre con el desarrollo motor y del lenguaje. En algunas culturas, la gente no habla directamente a los niños, por lo que es frecuente que aprendan un poco más lentamente. Pero al final, todos llegan al mismo nivel. Nuestros cerebros son muy similares. Independientemente de cuáles sean las experiencias que tengamos, al final nos ajustamos en mayor o menor medida a la plantilla básica.
JGR: Entonces, incluso si no tuviera acceso a la educación, mi cognición en términos generales no sería muy diferente de la de alguien que sí tuvo educación. ¿No?
SB: Absolutamente. Eso sí, no desarrollarías otras características. Hay investigaciones sobre, por ejemplo, personas que nunca aprendieron a leer. El área del cerebro involucrada en la transformación de palabras visuales a sonidos no está tan desarrollada como en alguien que sí aprendió a leer, aunque el lenguaje se desarrolle de todos modos.
JGR: Pero la cognición también se organiza en bloques, ¿no? Es decir, imagino que si no desarrollamos ciertas habilidades, otras podrían no aparecer en consecuencia. Porque en la cognición también hay cierto grado de emergencia, y un conjunto de habilidades simples pueden dar lugar a una más compleja.
SB: Sí, por supuesto. Si no aprendes a leer, por ejemplo, evidentemente no podrás comprender textos avanzados, no desarrollarás habilidades de pensamiento crítico y otros procesos mentales de alto nivel.
JGR: ¿Qué considera procesos mentales de alto nivel?
SB: Las habilidades que nos permiten abordar nueva información, razonar y resolver problemas. También la capacidad para centrarse en información relevante, poder mantener y manipular información en la memoria de trabajo y la capacidad para acceder a recuerdos con bastante detalle.
JGR: Si no me equivoco, realiza un estudio con niños y adolescentes de 6 a 19 años para rastrear los cambios cerebrales que permiten la aparición de procesos mentales de alto nivel. ¿Cuáles son las conclusiones de este estudio hasta ahora?
SB: Nuestros hallazgos más recientes sugieren que hay diferencias individuales en la anatomía que influyen en la trayectoria del cerebro. Últimamente nos hemos centrado en los surcos, las arrugas en el cerebro. Estos se forman bastante tarde en el desarrollo y parecen ser sensibles al entorno. Hemos descubierto que el hecho de tener o no surcos específicos y cómo son, puede predecir el desarrollo de la capacidad de razonar. En otras palabras, existen diferencias anatómicas entre las personas que influyen en lo que es o no posible para el cerebro.
Además, hemos estudiado el desarrollo de la parte frontal del cerebro: la corteza prefrontal rostral lateral, y sus conexiones con la corteza parietal. Lo que hemos visto es que el fortalecimiento de estas conexiones – tanto en términos de materia blanca como en términos de vinculación funcional – son buenos predictores del desarrollo del razonamiento.
JGR: ¿Puede contarme más sobre esta relación entre los surcos y la cognición con un ejemplo concreto?
SB: He estado obsesionada con un surco ubicado en la corteza prefrontal rostral lateral durante 15 años. Algunas personas tienen este surco y otras no. Resulta que las personas que lo tienen muestran un incremento cercano al 30% en la capacidad de razonar. Vimos esto en niños y adolescentes, y sacamos una publicación al respecto. Hace poco lo demostramos también en una muestra separada de adultos. Creemos que hay relaciones bidireccionales entre la formación de surcos y el desarrollo de materia blanca. Los surcos se forman cuando se forman los tractos de materia blanca, lo que crea tensión física en el cerebro. En algunos surcos, la materia blanca se inserta dentro de la corteza. Estas conexiones de corto alcance podrían reflejar un procesamiento más local de la información. Además, la profundidad de diferentes surcos en la corteza prefrontal y el grosor de la materia gris dentro de los surcos están asociados con el desarrollo del razonamiento.
JGR: En cuanto a la cognición superior, ¿cuáles son los hallazgos más interesantes que ha encontrado?
SB: Hemos realizado una serie de estudios para ver si la capacidad de razonamiento se puede entrenar. Lo que queríamos era acercarnos realmente a lo que pasa en el mundo real. Por ello optamos por realizar nuestra investigación sirviéndonos de un curso de preparación para la escuela de Derecho, algo muy común aquí en Estados Unidos. Elegimos este y no otro porque su contenido se centra en el pensamiento crítico y el razonamiento abstracto. Queríamos saber si estudiar para este examen durante un período de tiempo, por ejemplo tres meses, podía fortalecer la red cerebral dedicada al razonamiento. Y si esta mejora podía transferirse a otras pruebas diferentes.
Publicamos unos trabajos donde los sujetos mostraron mejoras en tareas de razonamiento completamente diferentes. En las pruebas de admisión a la escuela de Derecho, los problemas a resolver son verbales. Sin embargo, las personas que siguieron el curso también mostraron mejoras en pruebas de razonamiento visual no verbal. También mostraron aumentos en la materia blanca en las cortezas prefrontal y parietal, y un aumento del acoplamiento funcional entre estas regiones. Con la resonancia magnética funcional, pudimos demostrar una disminución de la activación en una región de la corteza prefrontal asociada con la toma de decisiones difíciles.
JGR: ¿Y cómo puede influir el entorno familiar en el desarrollo de la cognición superior?
SB: Mucha gente ha examinado esto en el contexto de la pobreza. Si lees las publicaciones detenidamente, en promedio, las personas que viven en la pobreza tienen habilidades cognitivas más bajas. Pero hay una gran variabilidad en el espectro socioeconómico. Nosotros encontramos algo inesperado en niños con desarrollo normal. Con desarrollo normal me refiero a las muestras típicas de estos estudios, que suelen ser de clase media-alta y con una educación normal, ya que se trata de una población más propensa a participar en este tipo de investigaciones. La mayor parte de lo que sabemos sobre el desarrollo cerebral proviene de estos niños. Pues bien, hemos observado un patrón de conectividad entre dos redes cerebrales que se asocia con una mejor capacidad cognitiva. Una de estas redes está involucrada en el rendimiento en tareas enfocadas, y la llamamos red de función ejecutiva. La otra está relacionada con el pensamiento guiado interiormente, algo así como la introspección, que es lo que haces cuando piensas en el pasado o el futuro y te distraes de lo que estás haciendo. Lo que hemos encontrado es que cuanto más disociadas están estas redes, mejor es la cognición. Y esto tiene sentido, porque cuanto más te enfocas en una meta, más quieres suprimir cualquier tipo de distracción interna.
Lo sorprendente es que los niños en situación de pobreza muestran casi lo contrario. En estos casos parece haber una presión ambiental que lleva al cerebro a desarrollarse de forma diferente que confiere resistencia en estos niños. De alguna manera, alcanzan los mismos resultados cognitivos a través de un mecanismo diferente. No conocemos el mecanismo subyacente. Creemos que se relaciona con la vigilancia. Y tenemos razones para pensar que es así, ya que hay otra red cerebral que está involucrada en la conciencia superior o alerta. Y hay una disociación de esta red de las otras dos en niños en situación de pobreza que podría explicar el hallazgo anterior.
JGR: ¿Dónde se encuentran estas redes en el cerebro?
SB: La involucrada en las metas de tareas es la red lateral frontal parietal. La involucrada en la introspección involucra regiones ubicadas en el centro del cerebro. Finalmente, las regiones de la alerta son parte de la llamada red particular singular, que incluye el cíngulo anterior y la ínsula anterior.
JGR: ¿Qué otros factores ambientales podrían tener un impacto en la cognición además del nivel socioeconómico?
SB: En uno de nuestros estudios, analizamos varias variables ambientales como el nivel de peligro en el vecindario de los sujetos – en términos de tasa de criminalidad – así como el tipo y la calidad de la escuela a la que van. Por poner un ejemplo, hemos mostrado que cuanto mayor es la tasa de criminalidad, más diferentes son estos niños de alto rendimiento en comparación con la muestra típica. No solo en las habilidades cognitivas abstractas, sino también en cuanto a las calificaciones y los problemas de atención reportados por los padres.
JGR: ¿Y qué factores podrían tener un impacto positivo en el desarrollo cognitivo?
SB: En primer lugar, los niños en situación de pobreza están aprendiendo otras cosas que muchas veces pasan desapercibidas. Por ejemplo, pueden estar aprendiendo a ser más autosuficientes o creativos, o a procesar más información.
Pero de manera más general, se ha asociado una mejor educación con una mejor capacidad de razonamiento. Tenemos un artículo en revisión al respecto. Luego están también los cuidados del entorno familiar, que pueden actuar como un amortiguador contra las adversidades tempranas.
JGR: Considerando la relevancia de una educación adecuada para el desarrollo cognitivo apropiado, ¿existen medidas que podrían implementarse para mejorar las condiciones educativas de los niños en situación de pobreza?
SB: Lo más importante es remunerar adecuadamente a los profesores, para facilitar el reclutamiento de educadores capacitados. Cualquier tipo de solución rápida, como las intervenciones cognitivas, no tendrán un impacto a largo plazo. En Estados Unidos, se ha invertido mucho dinero en la infancia temprana, lo cual es excelente, pero no suficiente. El cerebro continúa evolucionando y sigue siendo sensible a la estimulación en etapas posteriores, por lo que lo que necesitamos es educación de alta calidad en todos los niveles.
Mas allá de la educación, a nivel individual, existen otros tres factores importantes relacionados con la salud física. Podemos contribuir a nuestra salud cognitiva si cuidamos bien nuestro sueño, nuestra alimentación y si hacemos ejercicio. Los niños en situación de pobreza tienen acceso a una nutrición deficiente y duermen menos. Creo que el sueño, en particular, puede marcar una gran diferencia.
JGR: ¿Hay algún libro que le gustaría recomendar a los lectores?
SB: El libro que realmente me introdujo en la neurociencia fue El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks. Fue el más influyente para mí.
JGR: ¿Tiene algún mensaje final para los lectores?
SB: Tu cerebro está en tus manos. Lo que haces repetidamente en tu vida cotidiana tendrá un impacto en quién eres. No debes tener miedo de probar cosas nuevas. Tu cerebro es maleable y puedes hacer cosas que no creías posibles. Es importante mantener viva la cognición con nuevos retos, y por supuesto no descuidar la salud física.