En el estudio del comportamiento humano, es inevitable pasar por experiencias in vitro, o estudios con células, tejidos u órganos. Incluso a veces es necesario pasar por modelos computacionales. La neurociencia puede tener numerosas ramificaciones que abordan diferentes aspectos de la conducta. Sin embargo, una disciplina algo olvidada por los profesionales de la bata blanca y la probeta es la sociología. Resulta imprescindible acordarse de lo que nos dicen los sociólogos cuando queremos entender un tema en su globalidad. ¿Por qué?
Nuestro conocimiento se construye sobre la base de conceptos que creamos en sociedad. Tomemos el ejemplo de la adicción al juego. ¿La relación del ser humano y los juegos de azar es igual en todo el mundo? No. La percepción que la sociedad tiene sobre el comportamiento o la forma en que las instituciones lo definen son determinantes en nuestra comprensión del mismo. Por tanto, la forma de estudiar la adicción al juego (o la adicción en general) dependerá del contexto.
La mejor forma de entender un tema es observar todas sus caras. Para entender la adicción, no basta con entender la bioquímica del sistema nervioso. De hecho, tal y como se explicará más tarde, basarse solo en lo que ocurre en el cerebro puede ser limitante. De esta forma, la neurociencia de la adicción puede complementarse con la sociología de la adicción.
Para dar al lector una nueva perspectiva que promueva el pensamiento crítico y evite el reduccionismo que puede suponer tratar de explicarlo todo desde un punto de vista orgánico, hemos charlado con Michael Egerer. Sociólogo de formación y actualmente investigador en la Universidad de Helsinki, Michael Egerer se interesa por la regulación de la industria del juego y el concepto de adicción.
Juan García Ruiz: ¿Cómo estudia la adicción?
Michael Egerer: Actualmente estoy inmerso en un estudio sobre lo que se conoce como el modelo de adicción basado en la enfermedad del cerebro. Estudio esto desde un punto de vista social. El objetivo es entender cuáles son las implicaciones de considerar el cerebro como origen fundamental de la adicción, de considerar que la adicción es el resultado de un funcionamiento determinado del cerebro. Queremos entender cómo afecta esto al tratamiento y a la prevención, así como la forma en que se trata este asunto públicamente.
JGR: ¿Ha llegado a algunas conclusiones ya?
ME: Acabo de terminar un artículo sobre entrevistas a personas con tratamientos para la adicción. Quizá debería explicar primero un poco lo que hay detrás de todo esto. El modelo de adicción basado en el cerebro enfermo que mencioné antes está fuertemente respaldado por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas en los Estados Unidos. La idea que promueven estratégicamente es que la adicción es una enfermedad cerebral de recaída crónica. ¿Qué implicaciones tiene esto? Que para tratar la adicción hay que centrarse en el cerebro y la medicación (y no discuto esta parte, ya que no soy un experto). Sin embargo hay algo que no está tan claro: defienden la idea de que esta forma de considerar la adicción como enfermedad del cerebro reduce el estigma (dado que es una enfermedad, la persona no tiene la culpa). En el lado opuesto, hay otro grupo de investigadores que opina que al reducir la adicción a una enfermedad del cerebro, se está diciendo que estas personas no tienen autonomía, y por tanto esta perspectiva en realidad incrementaría el estigma. Las personas sin autonomía en nuestra sociedad posmoderna son incapaces de llevar adelante su vida.
Volviendo a mi trabajo, lo que he comprendido con estas entrevistas que he realizado a las personas con tratamientos para la adicción es que en efecto la autonomía que perciben es un punto clave. Pero no solo eso, además la biografía, la historia de la vida de la persona, es otro punto esencial. Precisamente este punto tan esencial está siendo ignorado por ambos bandos de investigadores, los defensores y los detractores del modelo de adicción basado en el cerebro enfermo.
JGR: ¿Qué es ser adicto al juego? ¿Puede existir una predisposición a la adicción?
ME: Los juegos de azar comienzan a considerarse un problema cuando empieza a causar otros problemas. Existe un catálogo de criterios precisos que ayudan a la identificación y diagnóstico de la adicción (N. del A.: según el manual diagnóstico de referencia, el DSM-V, en español esta patología queda recogida dentro de la categoría de Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos). Jim Oxford simplificó la adicción definiéndola como un exceso que conduce a la aparición de problemas. El fallo de esta definición es que puede albergar y patologizar otros muchos comportamientos inhabituales.
Está claro que hay factores que predisponen a las personas a la adicción. Pero creo que en lugar de continuar el estéril debate entre heredado o adquirido, deberíamos poner más énfasis en la regulación. Algunos se vuelven adictos más fácilmente, otros menos, eso es cierto. Pero todos pueden beneficiarse de una regulación y una prevención eficientes. La prevención, además, no se limita a la educación, sino que también hay incentivos en la regulación. Creo que la normalización, por ejemplo, es clave.
JGR: ¿Desde cuándo existe la adicción a los juegos de azar?
ME: Probablemente desde que existen los juegos de azar. Como apunte, los juegos de azar no son inherentes a la naturaleza humana. El juego está ausente en numerosas culturas. Para entender cómo emerge la adicción al juego hay que tener en cuenta dos factores. En primer lugar, la naturaleza del problema ha cambiado en los últimos 200 años, sobre todo en los últimos 50. Con la globalización, la industrialización y la digitalización de los juegos de azar, se ha incrementado la oferta. La accesibilidad ha incrementado. En segundo lugar hay que considerar la perspectiva del control social. En comparación con otros tiempos, hoy en día se espera que la gente se controle a sí misma. En los últimos 200 años las sanciones han disminuido. Esto sitúa al individuo en el centro del problema, en lo referido al control de los juegos de azar pero también de las drogas de abuso.
JGR: Leí un artículo que escribió acerca de las diferencias en el consumo de alcohol entre la población finlandesa y la francesa. ¿Existen diferencias culturales en la práctica de juegos de azar? Por ejemplo, ¿sabe algo sobre el consumo de juego en España?
ME: Desgraciadamente no sé mucho sobre el juego en España. Conozco algo sobre la regulación, eso es todo. Y sí, sí que hay diferencias culturales en la práctica de juegos de azar. Lo que hay que preguntarse es: ¿son los juegos de azar una actividad cotidiana; o más bien se practica como una actividad no tan frecuente para rellenar el tiempo libre, o como forma de celebración ocasional? La forma de ver el juego y la percepción de aceptabilidad tienen un impacto enorme en su consumo general. Las instituciones también cumplen un papel importante en la definición de lo que es la adicción. La razón por la que nos centramos en la población finlandesa y francesa es porque son buenos ejemplos de comportamientos opuestos: para la cultura finlandesa el juego es como una actividad más de la vida cotidiana, mientras que en la cultura francesa es más bien una actividad esporádica y hay una mayor desconfianza hacia estas prácticas.
JGR: ¿Qué es La Red de Juegos de Azar (The Gambling Network)?
ME: Es un congreso finlandés de investigación sobre el juego. También recibe a personas en curso de tratamiento o prevención. Incluso se ha dado el caso de que asista el responsable de la regulación del juego del ministerio. Se trata de una charla entre investigadores y no investigadores en la que se pueden discutir los puntos que deben ser estudiados, entre otras cosas. Es una extensa red que se reúne dos veces por semestre. Las últimas veces no hemos podido reunirnos por culpa del virus.
JGR: ¿Y no es difícil ponerse de acuerdo con el gobierno? Me imagino que las políticas restrictivas deben ser difíciles de implantar teniendo en cuenta el dinero que genera el juego. Es lo mismo que ocurre con el tabaco, no creo que al gobierno le haga gracia que el número de fumadores reduzca, como está ocurriendo. ¿Qué se puede hacer desde tu posición?
ME: Esto es una cuestión política. Independientemente de lo que yo piense, lo que está claro es que tiene que haber un compromiso entre los diferentes interesados. No hay fórmulas secretas. La regulación tiene ventajas y desventajas, y hay que encontrar el equilibrio de alguna forma. Es importante no olvidarse de los grupos menos representados o con menos poder público o en la discusión política. No hay que olvidarse de ellos porque a los lobbies les resulta muy fácil arrastrarlos de su lado. Cuando se echa un ojo a la investigación sobre los juegos de azar, lo que se ha visto es que siempre resulta beneficioso separar institucionalmente los diferentes intereses. También es muy positivo crear organizaciones independientes para supervisar la industria del juego. Está claro que la regulación del juego no debe limitarse al ministerio, que también tiene intereses específicos. En la política, es más fácil obtener el dinero de los juegos de azar que de una subida de impuestos.
JGR: ¿Qué peso debe tener el establecimiento de límites versus la educación cuando hablamos de regulación del juego?
ME: La educación es muy importante, de eso no cabe duda. Existen muchos programas de educación y de prevención. El problema no es tanto que la regulación se centre en establecer límites, sino que los límites están mal establecidos. Hay que dejar de individualizar la responsabilidad. Quizá hayas oído hablar de lo que se conoce como “juego responsable”. Con ello surgen los “jugadores responsables”. Los jugadores deben tomar las decisiones correctas. Cuando todo va bien esto está genial. Pero la cosa es que cuando empieza a haber problemas, también es culpa de ellos. La industria se desentiende y se sale con la suya estableciendo limites muy leves a los jugadores. En resumen, la educación es tan importante como el establecimiento de límites, pero los limites adecuados.
JGR: ¿Qué ha aprendido sobre adicción?
ME: Puedo contarte algo basado en mi propia experiencia, durante unas entrevistas que hice a pacientes en tratamiento en Canadá. La verdad es que me sorprendió bastante lo informados que estaban, lo educados, colaboradores e inteligentes que fueron los participantes. Sé que esto puede ser visto simplemente como la experiencia estándar de una persona normal de clase media, ya que nunca antes he conocido a personas con problemas de adicción serios. Pero supongo que no soy el único que tiene esta imagen de la adicción. Por supuesto tampoco creo que los participantes de estas entrevistas fueran los casos más extremos, pero aun así creo que es algo que todo el mundo debería tener en cuenta. Las personas con adicciones son personas normales, excepto en lo que respecta a su adicción. La adicción tiene una influencia sobre ellos, pero no les define.
JGR: ¿Le gustaría compartir algún mensaje con los lectores?
ME: La dicotomía no es paternalismo estatal versus libertad, tal y como se cree. Al menos no si hablamos de libertad ciudadana individual. La verdadera dicotomía es paternalismo estatal versus libertad de la industria del juego. De nuevo, lo importante es encontrar un punto de equilibrio entre ambas partes. Si solo se tiene libertad individual, se es más vulnerable a la manipulación de la industria. Si se deja a la industria funcionar sin ningún tipo de frenos, nos manipula. No hay que creer que el paternalismo estatal va en contra de nuestra libertad, porque en su correcta dosis también la protege.
JGR: ¿Qué libro recomendaría a los lectores?
ME: Un libro que me gusto mucho leer fue Rewriting the soul (1995) de Ian Hacking, un filósofo canadiense. Como punto positivo, diría que para ser un libro de filosofía, es bastante fácil y rápido de leer. En este libro no se trata específicamente el tema de la adicción, sino el de la salud mental. Creo que ilustra muy bien lo determinante que es la forma en que definimos conceptos como salud mental o adicción en nuestra concepción del mundo. La conceptualización nos permite definir el esqueleto de nuestra realidad, el armazón que nos permite comprender quienes somos y quienes son esas otras personas con problemas.