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¿Adictos al porno?

Juan García Ruiz
May 14th, 2021 · 18 min read ·
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Hay un hecho indiscutible: a la gente le gusta el porno. Y la gente está de suerte, porque gracias a la triple A - accesibilidad, asequibilidad, anonimidad - la pornografía está en manos de todos (y nunca mejor dicho). Solo en 2019 hubo 42.000.000.000 visitas a una de las webs de pornografía más conocidas en todo el mundo, lo que equivale a 115 millones por día (Pornhub, 2019). En otras palabras, es como si cada día la totalidad de las poblaciones de España y de Francia juntas visitaran la web.

La pornografía está cada vez más presente en nuestras vidas. Cada vez se habla de ello con mayor apertura. Ahora más que nunca es un tema de actualidad, puesto que la pandemia ha cambiado por completo nuestras rutinas, incrementando el tiempo que pasamos ante las pantallas y, no muy sorprendentemente, el tiempo que pasamos viendo pornografía.

Pero no solo la pornografía ha ganado terreno en nuestra vida cotidiana. También han surgido conceptos como “adicción a la pornografía” o “consumo excesivo de pornografía”. La pregunta que cabe hacerse es si deberíamos o no preocuparnos.

¿Existe la adicción al porno?

Lo primero que hay que saber es que la adicción al porno no es un trastorno psicológico reconocido oficialmente. No existen criterios diagnósticos ni tratamientos oficiales, ni queda recogido en ningún manual oficial de psicología. Resulta complicado estudiar la adicción al porno como fenómeno independiente de la adicción al sexo. Sin embargo, ni siquiera la adicción al sexo está reconocida a día de hoy por los grandes manuales de referencia de psicología. Por ejemplo, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, del inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) dejó de incluir la adicción al sexo a partir de la cuarta edición (en el año 2000). A pesar de que se ha propuesto en repetidas ocasiones la reinclusión del trastorno en el DSM-5 (año 2013), se considera que no hay evidencia suficiente para hacerlo. Ni siquiera la décima edición (la última, hasta la fecha) de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados (ICD-10, del inglés International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems) considera la adicción al porno como un fenómenos separado de otros que sí que incluye como el impulso sexual excesivo o el exceso de masturbación (Wikipedia contributors, 2021).

A pesar de que la adicción al porno no se considere un trastorno mental oficial, su presencia en la cultura popular y en la literatura científica es innegable (ver Figura 1). No obstante, dado que no está reconocido como una realidad clínica, a menudo se habla de adicción a la pornografía autopercibida (en inglés es frecuente encontrarlo como SPPA, Self Perceived Pornography Addiction). Esto supone un gran problema a la hora de estudiarlo. ¿Usamos todos el mismo criterio cuando juzgamos lo que es un consumo bajo, moderado o elevado de pornografía? Claramente no. En una revisión publicada por Duffy et al. (2016) en la que comparan varios artículos sobre adicción al porno, los autores encuentran una gran discrepancia en la definición de lo que es un consumo excesivo. Mientras algunos autores consideran que ver porno 10 veces o más en tres meses es un consumo excesivo, otros consideran que el límite sería sobrepasar una visita diaria (es decir, 90 veces en tres meses, 9 veces más que los anteriores). Esta disparidad en la definición tiene consecuencias evidentes sobre las conclusiones de los estudios.

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Figura 1. Número de publicaciones sobre "Consumo de pornografía" y "Adicción a la pornografía" por año en la base de datos pubmed.

El reconocimiento de la adicción a la pornografía como un fenómeno real está lejos de ser unánime. Por una parte están los que defienden que uno puede o no definir su consumo como excesivo con independencia de la cantidad de porno que consume. Para estos, aquellos que hablan de consumo excesivo de pornografía se basarían más en sus propias ideas asociadas al sexo, en su religiosidad y actitudes morales, que en la cantidad de pornografía consumida. En esta línea, cabe señalar que muchas de las definiciones de pornografía propuestas en los artículos sobre adicción dan a entender que se trata de una forma de infidelidad. Por otra parte están aquellos que opinan que la adicción al porno debe considerarse como una realidad dado que la frecuencia con la que se consume tiene consecuencias. Y no solo en los consumidores, sino también en sus parejas. Aclaremos el tema un poco.

¿Qué nos dicen lo que afirman la existencia de la adicción al porno?

El consumo patológico de pornografía se da principalmente en hombres. Según la revisión de Duffy et al. (2016), la mayoría de los artículos incluidos en el análisis considera que es el hombre el que consume pornografía de forma excesiva. Aquellos que incluyen mujeres se limitan a analizar cómo les afecta el consumo excesivo de porno de sus parejas. No obstante, es probable que este desequilibrio sea el resultado de la pobreza metodológica de los estudios y no un reflejo de la realidad.

La adicción al porno autopercibida es definida como un consumo excesivo e incontrolable de pornografía, que afectaría tanto a los consumidores como a sus parejas. Además de la noción de frecuencia y control, hay que considerar las consecuencias de este comportamiento. La adicción al porno se asocia frecuentemente a sentimientos de aislamiento, irritabilidad, depresión, deterioro de la concentración, desconexión con la sexualidad, problemas familiares, problemas de pareja, problemas de carácter sexual, y dificultades en el ámbito laboral. Aquellos que defienden la existencia de la adicción al porno se basan en la idea de que la esfera sexual de una persona debe estar compuesta por relaciones sexuales interpersonales habituales y una mínima presencia de la masturbación (Voros, 2009).

¿Qué nos dicen los detractores del concepto de adicción al porno?

Consumir porno es un comportamiento perfectamente sano. Su medicalización comenzó a finales de los años 70, cuando la terminología empleada en los grupos de Alcohólicos Anónimos comenzó a emplearse en otras esferas como el sexo. En los años 90 surgió el concepto de ciberadicción, que abarcaba las compras online compulsivas, la adicción al sexo y a los juegos. Estos comportamientos compartían una característica: eran formas de evadirse de la realidad. Así, la adicción al porno fue ganando presencia en el discurso popular, y se fue extendiendo en plataformas de opinión (Voros, 2009). La forma en que las connotaciones asociadas al porno evolucionan de forma paralela a otros fenómenos sociológicos hace que la adicción al porno sea vista no tanto como un problema médico sino como un concepto moldeable.

Ley (2021) explica que el hecho de considerar que se tiene una adicción puede ser una fuente de estrés. Según este punto de vista, el mero diagnóstico de la adicción origina el malestar emocional erróneamente atribuido a un consumo supuestamente excesivo de pornografía. Otro argumento al que se alude para negar la adicción al porno es que se trata de una construcción moralista o basada en argumentos sesgados por la religión, con el único fin de mantener el orden en la práctica sexual. Asimismo, se alude a que existen intereses claros para defender su existencia y medicalización. No obstante, esto no es un argumento demasiado sólido, ya que la industria del porno también tiene intereses (y poder) para negar su existencia.

El porno en nuestra vida

La forma de consumir porno es diferente en hombres y mujeres. Esto es un aspecto importante a la hora de considerar sus efectos. Los hombres tienden a consumir pornografía cuando están solos, eligen videos que se limitan al acto sexual sin ningún tipo de historia detrás, y a veces ni siquiera ven las caras de los actores y actrices. Las mujeres tienden a consumir pornografía en pareja y optan por videos con relaciones sexuales más igualitarias y con cierto contexto (Weir, 2014). Por tanto, de haber consecuencias ligadas a la pornografía, habría que tener en cuenta esta diferencia de sexos en su consumo.

Según Duffy et al. (2016), ciertos de los estudios incluidos en la revisión no encontraron evidencia alguna sobre el impacto del consumo del porno de adictos (autopercibidos) sobre sus parejas, otros encontraron un impacto negativo, y otros un impacto positivo sobre el propio usuario. En total, 3 de los 10 estudios que se analizaron sugerían que los valores y los juicios morales asociados a la pornografía podrían haber contribuido a la percepción de la propia adicción (lo que podría explicar asimismo el estrés asociado a este comportamiento).

Una de las críticas más fuertes que recibe la pornografía a día de hoy se debe a la apatía que promueve ante la violencia de ciertas escenas sexuales, lo que puede resultar en su normalización o incluso incentivo. Un estudio llevado a cabo por Bridges et al. (2010) en el que se analizaron 304 escenas pornográficas, mostró que el 88,2% de las escenas contenían agresiones físicas, y el 48,7% agresiones verbales. Además, según este estudio la mayoría de los perpetradores de las agresiones eran hombres y la mayoría de las víctimas mujeres, las cuales respondían mostrando neutralidad o placer. Sin embargo, que esto se traduzca o no en un cambio en el comportamiento de los consumidores de pornografía no está tan claro. Por ejemplo, no parece haber correlación entre la legalización de la pornografía y los crímenes sexuales (Brown, 2017).

Distancia de seguridad al interpretar los estudios sobre pornografía

Uno de los principales problemas ligados a estos estudios es que partimos de un tema sin definición oficial. En primer lugar: ¿es la adicción a la pornografía un comportamiento objetivo o una experiencia subjetiva? Por ahora, la forma de abordarlo es mediante entrevistas o cuestionarios. En definitiva, nos basamos en lo que las personas nos cuentan (sin ir más lejos, hasta ahora se habla de adicción autopercibida, en ningún caso diagnosticada). Este método está sujeto a múltiples fuentes de sesgos: ¿cuál es el umbral de cada persona para considerar un consumo excesivo? ¿desde qué estándares morales se juzga cada uno? ¿hasta qué punto la respuesta de una persona es fiable, teniendo en cuenta la naturaleza del tema? Todo esto hace que la investigación sobre pornografía sea inconsistente. Para resolver algunos de estos problemas, un primer paso consistiría en estandarizar una definición de adicción a la pornografía (o de consumo excesivo), y en definirla sistemáticamente para que todos los participantes de los estudios evalúen el mismo comportamiento. Esto permitiría resolver el problema de los instrumentos de medida actuales, ya que la mayoría no permiten diferenciar entre adicción a la pornografía de la adicción al sexo en general.

Por otra parte, tras leer varios estudios sobre las consecuencias de la pornografía, uno puede acabar pensando que hay más consecuencias negativas que positivas. La realidad es que esto no se sabe. ¿Por qué? Simplemente porque la mayoría de los estudios solo analizan el impacto negativo del consumo del porno. Pocos o ninguno de los instrumentos de medida indagan en el impacto positivo, por lo que la metodología en sí misma está sesgada.

Pero aunque se resolvieran el problema de la definición y de la metodología, uno tiene que andarse con ojo al sacar conclusiones, ya que las muestras utilizadas en los estudios no son representativas de la población. En la revisión bibliográfica de Duffy et al. (2016), se incluyen algunos artículos con muestras de solo mujeres, solo estudiantes, solo personas heterosexuales, o incluso solo grupos de autoayuda de adictos al porno. La investigación sobre este tema se ha centrado en conseguir grupos homogéneos hasta la fecha, pero en su lugar debería tratar de buscar la representatividad.

Imaginando estudios impecables en los que los límites anteriores se solucionaran, no hay que olvidar que las conclusiones que se sacan son correlativas. Uno puede decir que las personas que ven más porno suelen ser también personas con problemas de pareja. Lo que uno no puede asignarle al porno en este caso es el rol de huevo o de gallina.

Perspectiva de un profesional de la salud

No queriendo limitarme a dar un punto de vista estrictamente académico, basándome en lo que han conseguido publicar unos y otros, he decidido charlar con un profesional de la salud. Fue así como conseguí contactar con Sanya Virani, tras dar con una de sus recientes publicaciones sobre el impacto de la COVID-19 en el consumo de pornografía. Sanya se graduó en Administración y Política de Salud Pública en Minnesota. Realizó su residencia en el departamento de Psiquiatría en Nueva York, y tras finalizar en 2020 consiguió su trabajo actual en la unidad de Psiquiatría de las Adicciones de la Universidad de Yale, en el estado de Connecticut.

Juan García Ruiz: ¿Qué hizo que te interesaras por el impacto de la crisis sanitaria actual en el consumo de pornografía?

Sanya Virani: Creo que todo empezó en los últimos meses de mi residencia. Estuve leyendo un montón de artículos sobre adicción para preparar mi estancia en el departamento de adicción de Yale. Además, algunos de mis pacientes e incluso algunos de mis amigos de confianza me comentaban que pasaban bastante más tiempo consumiendo pornografía durante su tiempo libre en el contexto actual. Me interesaba cada vez más el tema de las adicciones comportamentales. Cuando empecé mi residencia me di cuenta de que había un gran interés por las adicciones a sustancias de abuso, pero no demasiado por las adicciones comportamentales. Y sé que se habla mucho de la adicción a internet, pero no tanto sobre la adicción a la pornografía concretamente, por lo que decidí centrarme en estos dos temas.

JGR: En tu artículo sobre el impacto de la pandemia en nuestro consumo de internet mencionas el aumento de gamers y de usuarios de Netflix, como ejemplos de comportamientos no del todo adecuados. ¿Hasta qué punto podemos considerar esto como comportamientos inadaptados, teniendo en cuenta que en muchos países estamos limitados a actividades de interior?

SV: Tienes razón, esta es la pregunta del millón. En el artículo utilizamos estos ejemplos para introducir el tema del uso excesivo de internet. La forma en la que yo he tratado de conceptualizar esto en mi cabeza es trazando una línea entre lo que es funcional y lo que no. Ocurre lo mismo que con otros muchos problemas psiquiátricos, creo que la forma en que los cuantificamos es la misma. Desde el momento en que un comportamiento empieza a afectar diferentes aspectos de tu vida, hay que preguntarse si hay un problema. Y creo que en este caso, la pandemia ha hecho que ciertos comportamientos como los que mencionas tomen un lugar privilegiado y ocupen el lugar de otros que realizábamos antes de la crisis sanitaria. También me gustaría puntualizar que, en el caso de la pornografía, no es como la adicción a las sustancias de abuso u otras formas tradicionales de adicción. En este caso se trata de una patologización de un comportamiento esencial del ser humano: el sexo.

JGR: ¿Cuándo el consumo de pornografía se vuelve problemático?

SV: El indicador más evidente es cuando empieza a afectar las relaciones interpersonales. Muchos de los consumidores de pornografía (de forma excesiva) acaban teniendo problemas. Por ejemplo sus parejas se muestran insatisfechas con la relación, y comienzan a aparecer mentiras y ocultamientos que terminan generando problemas de confianza. Otra forma en la que se manifiesta el problema es evitando responsabilidades en el trabajo, lo que a veces termina en complicaciones legales. A veces las personas acaban viendo contenido bastante inapropiado, y esto a veces tiene consecuencias importantes.

JGR: Los problemas interpersonales asociados al consumo excesivo de pornografía como los que mencionas, ¿son el huevo o la gallina?

SV: Es un apunte interesante. No sabemos muy bien qué viene antes. En realidad esto mismo ocurre con otros trastornos sexuales, por ejemplo si tienes un problema con tu pareja sexual, esto automáticamente se manifestará con una insatisfacción sexual, y esto puede leerse en los dos sentidos. Creo que estos temas son individuales, hay que considerarlos uno por uno. No hay tantos casos como para hablar qué ocurre en la mayoría, y además la gente no habla tan abiertamente de esto. Pero desde mi experiencia, muy a menudo el consumo de pornografía empieza como una especie de fantasía, a veces por aburrimiento, y no he visto que esto sea una consecuencia de un problema con la pareja sino más bien al revés.

JGR: Uno de los criterios diagnósticos de la adicción a la pornografía que más se mencionan es la capacidad de control de la persona sobre el comportamiento. ¿Cómo se evalúa esto?

SV: Cualquier definición de cualquier adicción incluye una decena de criterios, y uno de ellos es la dificultad para reducir el consumo o fracaso a la hora de parar por completo. ¿Cómo medimos si una persona está tratando de reducir un comportamiento? Normalmente lo hacemos mediante una entrevista personal. Y si observas este patrón - la persona intenta reducir su comportamiento sin éxito - extendiéndose durante un periodo igual o superior a doce meses, entonces puedes tener claro que hay un problema.

JGR: ¿Crees que el consumo de pornografía es compatible con una vida sexual sana?

SV: La gente tiene todo tipo de preferencias, y todo tipo de acuerdos en pareja. Hay muchos casos diferentes. Cuando la gente sabe dónde está el límite y consideran suficientemente los sentimientos de su pareja. Hay parejas que deciden ver pornografía juntos para enriquecer su vida sexual. De nuevo, yo trazaría el límite en el momento en el que algo comienza a ser disfuncional, cuando hay responsabilidades que dejan de cumplirse a causa de esto.

JGR: ¿Cómo se pasa de un consumo aceptable a un consumo patológico?

SV: El rol de la neurobiología en la adicción al porno es crítico, como ocurre con otros comportamientos adictivos relacionados con el placer como la adicción a internet. Sabemos con este tipo de comportamientos se estimulan ciertos receptores dopaminérgicos en el cerebro, y cada vez se necesita más para llegar a un mismo nivel de estimulación cerebral. Es lo que pasa con el consumo de sustancias de abuso: llega un momento en que una dosis que antes era suficiente para recibir placer, deja de serlo y se necesita incrementarla, lo que conocemos como tolerancia. Creo que este aspecto es clave en el paso de consumo normal a consumo patológico.

Luego si nos preguntamos por lo que puede explicar que este cambio se dé o no, nos encontramos con el clásico debate sin solución “innato versus adquirido”. Creo que si el ambiente de una persona es lo suficientemente propicio para que consuma internet de manera excesiva, es probable que también acabe consumiendo pornografía. Pero creo que para hablar de consumo excesivo de pornografía hay que incluir otras variables como la accesibilidad del material y la mencionada neurobiología.

JGR: ¿Por qué es importante que la adicción al porno sea considerada oficialmente como una patología?

SV: La Sociedad Americana de Psiquiatría (APA, del inglés American Psychiatric Association) se encarga de editar y publicar el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales o DSM. Los trastornos mentales que se incluyen (o no) en este manual se basan en la deliberación del comité de investigación de la APA y de expertos en un campo determinado. Martin Kafka, un psiquiatra e investigador de la universidad de Harvard, se dedicó a la conceptualización del trastorno de Hipersexualidad para introducirlo en la quinta edición del DSM. La APA comenzó a investigar este campo hace bastante tiempo. Por lo tanto no se trata de un trastorno que pase desapercibido, esta etapa ya se ha superado. La principal razón por la que no se ha incluido en el DSM-5 es por falta de evidencia, no porque no sea un problema.

JGR: ¿A qué crees que se debe esta falta de evidencia?

SV: Existen dificultades a la hora de cuantificar el consumo de pornografía. Con las sustancias de abuso hay criterios más objetivos como las dosis u otros problemas de salud que pueden aparecer. En el caso de la adicción a la pornografía hay que basarse en la honestidad de las personas. Además, existen muchas escalas para medir el consumo pero ninguna esta estandardizada.

JGR: El consumo de porno se asocia frecuentemente a un fenómeno de búsqueda patológica, consistente en tratar de dar con contenido diferente, novedoso y más perfecto de forma constante. Entiendo que esto puede tener consecuencias negativas. Sin embargo puedo identificar fenómenos similares en otros contextos, como cuando tengo que elegir una película y me paso hasta una hora para decidirme porque cada vez pienso que puede haber una mejor. Yo asocio este problema a nuestra accesibilidad, a nuestras infinitas posibilidades y nuestra incapacidad para procesarlo todo. ¿Hasta qué punto identifica este problema como algo patológico y no como algo inherente a nuestra naturaleza?

SV: No soy una experta en este tema, solo te doy mi opinión. El comportamiento de búsqueda de lo novedoso depende en gran medida de la personalidad individual, de las preferencias personales y de la habilidad de tolerar estímulos cada vez más intensos. La gente traza sus límites en diferentes puntos. Creo que la búsqueda de la novedad aparece en personas que llevan practicando cierto comportamiento un tiempo.

JGR: ¿Cómo influye la pandemia en nuestro consumo de pornografía?

SV: La COVID-19 lo ha cambiado todo. Elaboramos un gráfico para nuestra publicación que era muy ilustrativo. En el gráfico representamos el pico de consumo de pornografía por países. Hemos visto que hay una correspondencia sorprendente entre el momento en el que se declara el confinamiento en cada país y su consumo de porno más elevado. Esto dice mucho sobre nuestra forma de consumir porno. También mencionamos cómo un día que hubo un problema con Zoom (N. del A.: plataforma de videoconferencias online, utilizada entre otros motivos para teletrabajar o para continuar la enseñanza a distancia), el consumo de pornografía se disparó. Esto puede traducirse así: cuando una persona está delante de una pantalla y no sabe que hacer, recurre a la pornografía.

La pandemia ha transformado nuestras vidas. No solo el consumo de pornografía. Pero algo que siento que tengo que mencionar es que con el consumo excesivo de pornografía puede dar lugar a una normalización de la violencia (contra las mujeres, principalmente). Cuanto más hardcore es el contenido al que se accede, mayor es la insatisfacción con la pareja sexual. La persona desarrolla fantasías diferentes y hay una pérdida del respeto hacia la pareja. Creo que la pandemia puede acentuar todo esto.

JGR: ¿Crees que tras la crisis sanitaria, cuando las cosas vuelvan a la normalidad, nuestro consumo de pornografía volverá a ser el que era antes, y las consecuencias de las que hablamos desaparecerán espontáneamente?

SV: Justo ayer estaba leyendo las noticias de psiquiatría, y di con la declaración del presidente de la newsletter que decía que no volveríamos nunca a la vida que teníamos antes de la pandemia. Y creo que en muchos niveles esto es cierto. Creo que la adaptación tras la pandemia va a ser un tema complicado. Cuando algo ha formado parte de tu vida durante tanto tiempo, lo normal es que se convierta en un hábito. Acabar con este hábito, especialmente cuando no hay consecuencias negativas, no es nada fácil. Creo que el cambio en el consumo de porno será algo progresivo.

JGR: ¿Qué medidas propondrías para afrontar el problema del consumo excesivo del porno, especialmente tras la pandemia?

SV: Hay investigadores que proponen una serie de sugerencias, que pueden parecer muy generales, pero creo que las infraestimamos. Por ejemplo aconsejan hacer vida fuera de casa o hacer ejercicio. Personalmente, creo que con este tema no está de más ser un poco más específico. Creo que comprometerse a mantener la confianza, especialmente cuando se tiene pareja, es un aspecto clave. Por ejemplo, una forma de compromiso podría ser la de monitorizar los aparatos digitales para prevenir el acceso a sitios pornográficos. O hacer esto mismo apoyándose en la pareja, fomentando una comunicación abierta: cuánto, cuándo, cómo se consume la pornografía.

JGR: ¿Te gustaría añadir algo?

SV: Ya que hablamos de consumo problemático de pornografía, creo que no está de más mencionar otro grave problema: la pornografía con menores. Este tipo de pornografía está prohibida y su acceso está restringido en internet. Sin embargo sigue existiendo. Y hay que saber que existen programas de recuperación para buscar ayuda de forma anónima.

JGR: ¿Te gustaría compartir algún mensaje con los lectores?

SV: A veces la gente te cuenta cosas en confianza, especialmente relacionadas con este tipo de asuntos. A veces uno puede intuir que hay algún problema, y creo hay que evitar pasarlo por alto en silencio. A veces identificamos que la vida de una persona se está descarrilando, o su relación se está debilitando, por ejemplo. Aún no se han desarrollado unas pautas claras que seguir en estos casos. Por ello creo que ante una situación así, teniendo cierta conciencia de todo esto, lo mejor es animar a la persona a buscar ayuda de alguien con una posición neutral, capaz de ver el problema desde fuera.

JGR: ¿Algún libro que te gustaría recomendar?

SV: Una de las razones por las que hice mi residencia en el departamento de Psiquiatría fue porque me recomendaron un libro que me encantó: The center cannot hold, de Elyn Saks. El libro trata en parte del tema de la adicción. Pero no solo eso, también se aborda la relación entre las sustancias de abuso y el desarrollo de trastornos psicóticos. La propia autora, que es abogada en California, tiene esquizofrenia, lo que lo hace aún más fascinante.

Mensaje para llevarse a casa

Vemos porno. Cada vez más, o al menos más abiertamente. Lo vemos y lo comentamos. Tanto, que surgen nuevos conceptos. Como el de consumo excesivo de pornografía. Conceptualizar de forma oficial esta patología (si es que lo es) necesita más evidencia.

Lo que sabemos hasta ahora es que las ideas y actitudes de los usuarios influyen en la connotación que se le da al consumo de porno. También sabemos que hombres y mujeres consumen diferentes tipos de porno. Esta actividad puede ser compatible con una vida sana, pero también puede asociarse a otros problemas (causándolos, o siendo la consecuencia de los mismos) como la depresión, la ansiedad, o problemas interpersonales.

Más allá de las consecuencias de ver porno sobre nuestro estado emocional o nuestra esfera social, lo que debemos considerar son los mensajes que asimilamos de este tipo de contenido. De qué forma el porno afecta a nuestra percepción del sexo y a nuestra actitud hacia la violencia.

Mi opinión personal con respecto a la existencia de la adicción al porno es que la frecuencia no me parece un criterio suficiente. Queda entonces la capacidad de control. Pero ¿por qué querría alguien reducir su consumo de pornografía? Admitamos que así sea. Una persona quiere, por la razón que sea, dejar de consumir pornografía. Esta persona tiene dificultad para hacerlo. ¿Es esto una razón suficiente para hablar de adicción si esto no hace daño a nadie, ni supone un problema en su vida cotidiana? Quizá, para que el concepto de adicción tenga sentido, deban darse al menos dos situaciones al mismo tiempo: pérdida del control y consecuencias reales en la vida propia o en la de otra persona. Entonces cabe preguntarse: ¿se dan estas dos situaciones al mismo tiempo con suficiente frecuencia como para recogerlo en un manual diagnóstico oficial?

Bridges, A. J., Wosnitzer, R., Scharrer, E., Sun, C., & Liberman, R. (2010). Aggression and Sexual Behavior in Best-Selling Pornography Videos: A Content Analysis Update. Violence Against Women, 16(10), 1065–1085. Fuente

Brown, J. (2017). Is porn harmful? The evidence, the myths and the unknowns. BBC Future. Fuente

Duffy, A., Dawson, D. L., & das Nair, R. (2016). Pornography Addiction in Adults: A Systematic Review of Definitions and Reported Impact. The Journal of Sexual Medicine, 13(5), 760–777. Fuente

Ley, D. (2021). Your Belief in Porn Addiction Makes Things Worse. Psychology Today. Fuente

Pornhub. (2019). The 2019 Year in Review. Fuente

Voros, F. (2009). The invention of addiction to pornography. Sexologies, 18(4), 243–246. Fuente

Weir, K. (2014). Is pornography addictive? American Psychological Association. Fuente

Wikipedia contributors. (2021, 9 abril). Hypersexuality. Wikipedia. Fuente

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